jueves, 21 de junio de 2012

La Leyenda de las Gárgolas (Cap 3)


Capítulo 3

Descubriendo la magia

Caminamos en silencio durante un corto periodo de tiempo, hasta llegar a nuestro destino. El cielo estaba mucho más despejado en Dublín, se podía observar claramente la inmensa y luminosa luna llena.
Nos detuvimos frente a un gigantesco edificio, la pared era de ladrillos rojizos, y la puerta de madera oscura tenía un aspecto antiguo.
Jhonny pulsó un botón junto a la puerta y sonó un agudo timbre. La mirilla de la puerta se oscureció y dio un fogonazo que nos dejó algo aturdidos. <<Magos>> se escuchó una voz en la puerta. <<Pues abre>> dijo una voz menos grave. Acto seguido la puerta empezó abrirse rechinando como si se quejara y un extraño ser nos miraba fijamente con rostro serio. No medía más de un metro, espesa barba negra, un sombrero oscuro, traje de chaqueta del mismo tono que el sombrero, zapatos formales, manos peludas, y un maletín en la mano.
-¿No pensáis entrar? –preguntó con severidad.
-También me alegro de verte, Nuls. –comentó Jhon mientras entraba por la puerta sonriente.
-¿Lo conoces? –dije siguiendo al joven mago.
-Claro –respondió como si no debiera dudarlo –es el conserje de la oficina.
Quedé en silencio pensativo y repuse:
-Pero antes se oyeron dos voces, ¿por qué solo está él?
-Ah, es Astilla, la puerta.
-¿La puerta habla? –pregunté deteniéndome en seco.
-Si –dudó el mago –es una puerta mágica.
Emprendimos de nuevo la marcha y antes de llegar al final del pasillo, el extraño hombre se detuvo ante nosotros.
-Tú, novato –dijo mirándome con seriedad, como si le desagradara mi presencia –ahora mantén la boca cerrada.
Dicho esto entramos en un enorme salón, como una pista de futbol siete, el techo quedaba a diez metros de altura, un enorme y blanco mostrador dividía el salón en dos, pequeños y escasos seres voleteaban por la sala, y hombres y mujeres similares a Nuls realizaban diferentes trabajos en las diferentes maquinas que invadían el salón. El mostrador media tres metros de alto, al elevar la mirada para ver el límite del descomunal mostrador vi un gigantesco hombre apoyado en sus codos mirándome. Podría medir unos 5 metros, con barba algo recortada y desaliñada, camisa blanca, pelo corto castaño oscuro, y en los brazos tenía tanto pelo que parecía una selva.
-Buenas noches, Gátilo. –empezó Jhonny con mucho respeto -¿Te han informado de la situación?
-Bienvenido, joven Drak. –expresó el robusto ser –¿A qué te refieres?, no hemos recibido ninguna noticia.
-Lo comprendo, íbamos a hacerlo desde Londres, así que tan solo estaría al tanto tu hermano.
-¿Y entonces qué hacéis aquí?
-Estábamos en peligro y Kurt abrió un portal.
-Ya veo, ¿y quién es tu acompañante?
-Vanik Landom, el hijo de Erik.
-El niño gárgola –murmuró con voz temblorosa Nuls. Me miraba fijamente, como pensativo, finalmente concluyó – ¿por qué Astilla no se ha dado cuenta de que era una gárgola?, aquí no pueden entrar las gárgolas. Además –añadió –ninguno de los presentes seres mágicos lo hemos notado.
-Kurt convocó un hechizo para ocultarlo durante nuestra huida, pronto se pasará el efecto. –aclaró Jhonny. Al parecer el único que quedó sorprendido por esta revelación fui yo.
-Así que el mayor de los mestizos corre peligro. –concluyó el gigante con rostro serio –Se sabía que este día llegaría tarde o temprano. Joven –proclamó mirándome fijamente – espero que tan solo traigas el bien para todos, me da igual el por qué de las cosas que hagas a partir de ahora, solo te advierto que si empeoras las cosas yo mismo daré encantado los permisos para tu captura. –sin esperar un reproche mío añadió –Acompaña a Nuls para hacerte un carnet de identificación, supongo que no lo tienes, ¿no?
-N...No –titubeé. Su rostro y voz infundían respeto, sin mencionar su tamaño.
-Bien, entonces ve. Jhon, tú cuéntame lo sucedido.
Seguí a Nuls hasta una maquina similar a una fotocopiadora. Al llegar un pequeño y alado ser, no de mucho más tamaño que mi mano, se poso en mi hombro, y tras colocar sus diminutas manos en mi frente voló hacia el conserje e hizo lo mismo. El peludo hombre empezó a pulsar teclas de la maquina, y unos segundos después reveló:
-Ahora necesito una foto. –atravesó con su mano el maletín por uno de los lados y sacó una cámara antigua de revelado rápido –Sonríe –advirtió con voz fría, y acto seguido el flash de la cámara me deslumbró. –Ya está. –murmuró mientras introducía la foto en la extraña maquina –Ahora tan solo queda esperar unos segundos –concluyó. –Bien aquí tienes –finalizó extrayendo un carnet del tamaño de un DNI y ofreciéndomelo con su peluda mano.
-Gracias –expresé recogiéndolo. Era de color negro difuminado, con letras plateadas y doradas. Tenía mi foto en el lado derecho, a pesar de que no me había dado tiempo a colocarme para la foto no salía demasiado mal, serio, pero decente. En el lado derecho del carnet relucía en dorado el numero 512 y abajo en plata las letras VLH.
-¿Qué quiere decir 512 y VLH? –el recortado ser frunció el seño y chismorreó:
-Novatos, siempre tan inútiles. –me miró como agobiado y espetó –512 es tu numero de identidad, VLH es Vanik Landom Hibrido.
Tras terminar su explicación volvió con Jhonny y Gátilo.
-Ya está todo señor –anunció al llegar a ellos –con su permiso me retiro –y sin esperar respuesta se adentro en el pasillo por el que entramos.
Me acerqué de nuevo al mostrador y mirándome fijamente Gátilo anunció:
-Bienvenido a Mahorain, Vanik.
Acto seguido en la madera del mostrador se dibujó con fuego la silueta de una puerta, y Jhon sonriendo expresó:
-Adelante, una nueva vida comienza hoy para ti, cuando me necesites tan solo tienes que decírmelo, ya tienes tu primer amigo entre los magos. –dicho esto me dio una palmada en la espalda que me hizo entrar en la puerta de fuego.
De nuevo sentí el vértigo, la angustia, y la ansiedad que me hizo vomitar, aunque esta vez solo tuve nauseas.
Al recuperarme me fijé que había viajado otra vez, estaba en una sala circular completamente hecha de mármol, con cinco esbeltas columnas y una fuente en el centro. Entre las columnas había como unas paredes acuosas que desfiguraban el reflejo.
Al otro lado de la fuente había un alto anciano, con una túnica blanca, leyendo un antiguo libro mientras se apoyaba en su plateado bastón con forma de dragón.
-¿Te encuentras mejor? –me preguntó el anciano elevando la mirada. Tenía una melena blanca, entre la cual se descubrían algunas finas trenzas, y una barba muy recortada.
-S...Si –titubeé. Realmente ya no me fiaba mucho de los ancianos.
Su libro se transformó en llavero y lo guardó entre sus ropas, se acercó a mí y ofreciéndome su mano, en la cual había un anillo plateado con forma de serpiente, expresó con una voz grave pero agradable:
-Encantado de conocerte, soy Serow Weingartlaud, descendiente de Arow y heredero de los poderes de Seruvin. Actualmente el mago más poderoso, comúnmente conocido como el Archimago, líder de los magos de Mahorain.
Obviamente no había entendido la mitad de lo que me había dicho, así que le devolví el saludo y añadí:
-Vanik Landom, único hijo de Erik Landom, y no sé qué soy actualmente.
El anciano mantuvo el silencio con rostro serio, como enfadado por mi arrogancia. De repente soltó una carcajada y expresó:
-Veo que te pareces mucho a tu padre, perdón por confundirte con tanto parloteo, tan solo bromeaba. Aunque lo que te he dicho es todo verdad. –finalizó con una leve sonrisa. –Supongo que no entiendes qué es lo que ocurre contigo, ¿verdad?
-Realmente no señor. – respondí con algo de inseguridad.
-Para comprender y creer en la magia tienes que vivirla Vanik. No está de más que te expliquen sobre la magia pero hasta que no lo veas por ti mismo no lograras asimilarlo todo, por mucha teoría que sepas, no quiere decir que seas el mejor en la práctica, son independientes. Hoy ha sido un día duro para ti, tu mente está colapsada, además se ha despertado algún poder en ti y todo eso afecta a tu cuerpo, será mejor que intentes descansar y mañana empezaras un día nuevo, diferente a los 15 años anteriores, y yo mismo te explicaré cosas sobre este mundo de la magia, el mundo al que tu perteneces. –concluyó apoyando su mano sobre mi hombro izquierdo.
No fui capaz de balbucear siquiera una palabra, tan solo asentí, y noté como mi cuerpo cansado estaba de acuerdo con el anciano.
-Ven, acompáñame –añadió –fuera nos espera dos mujeres que se encargaran de cuidar de ti esta noche, puede que tengas algo de fiebre y alguna que otra pesadilla.
-¿C...Cómo?, ¿fiebre?, ¿pesadillas?, ¿por qué? –pregunté sobresaltado.
-Has usado por primera vez la magia y has viajado en dos portales, es lo más común.
Tras terminar su explicación me agarró por el brazo y entramos por una de las paredes acuosas, acto seguido aparecimos frente a una anciana alta y delgada, de pelo blanco recogido en un moño, con gafas negras, capa del mismo color y vestido blanco. Junto a ella había una joven de pelo rubio lacio, ojos azules, y tez blanca. Vestía unos ropajes parecidos a los de la anciana, y sonreía con timidez.
Tras ellas una inmensa pradera de verde y fresca hierba, muy al fondo  se entendía que había un oscuro bosque, la luna llena era nuestra única luz. El agua de la impetuosa playa situada a nuestra derecha brillaba a causa del astro y las olas parecían intentar devorar las grandes rocas de la costa. A nuestra izquierda se veía un alto edificio con forma de iglesia antigua, pero no tenía imágenes ni símbolos que representaran alguna de las religiones que yo conociera. Y algo más alejado, hacia el bosque, otro amplio edificio, parecido a un colegio.
-Esta es la Sacerdotisa Merity Santer –anunció Weingartlaud señalando a la anciana –y ella es Angelica Llyl, su aprendiz. –añadió mirando a la joven –Ellas se encargaran de que descanses, hoy dormirás en la enfermería.
-Encantado, y gracias por la hospitalidad –expresé.
-No hay de que –murmuró la joven en voz baja y con la mirada hacia el suelo. Su maestra le dedicó una mala mirada y dedicándome otra a mí comentó:
-Al menos tu padre te ha enseñado algo de educación, aunque se nota de sobra que tienes el carácter de tu madre. –gruñó con cara de desagrado.
-Merity –interrumpió tajante el anciano.
-Angelica, adelántate y llévalo a la enfermería. Y recuerda lo que te he dicho. –finalizó la anciana con voz desagradable.
Weingartlaud me asintió con una leve sonrisa y la joven murmuró:
-Acompáñame por favor.
Caminamos en silencio hacia el edificio que parecía una iglesia, era incómodo, así que decidí romper el silencio.
-¿Ese es su carácter, o es que no le caigo muy bien? –pregunté acelerando mi paso para alcanzarla.
-Un poco de ambas –contestó en voz baja.
-¿Pero por qué?, ¿es por mi familia?
-Más bien por tu madre, y por tu especie.
-¿No le gustan las gárgolas?
-Uno de tu especie mató a su familia –aclaró –tú no tienes la culpa pero ella igualmente desprecia a las gárgolas.
-¿Tú también?
-No, para mí sois seres mágicos como todos los demás, y sé que no eres mala persona, lo noto en tu energía.
No entendí muy bien eso último, pero tras entrar en el extraño edificio esa conversación quedaba a parte, ahora yo solo podía prestar atención a todo lo que me rodeaba.
El techo tenía ciertas partes con vidrieras de colores que dibujaban una especie de águila que desprendía algunas plumas a su alrededor como si las perdiera en el vuelo. En las paredes de roca antigua había solo cuatro ventanas, dos a cada lado, y cada una de ellas tenía formas abstractas diferentes. Textos y cuadros antiguos plagaban la sala y en el suelo se dibujaba un enorme mapa. El edificio no era muy amplio pero si alto. Al fondo un enorme cuadro, tras un dorado altar, en el que se reconocía la costa. Una ola con forma de puño se elevaba en el cielo y una mano abierta surgía de la tierra.
-Es una pelea entre los dos Dioses de los magos, el Rey de los Mares y el Rey de la Tierra. –comentó Angelica viendo mi asombro por el cuadro.
-¿Qué religión es?, no me suena de los occidentales. –pregunté.
-Es una religión especial de los magos, la Argottia –respondió –solo nosotros la conocemos. Se basa en la creencia de dos dioses inmortales, cuyos poderes sobrepasan a los de cualquier mago. Además existen rumores de que algunas especies son creadas por ellos o son sus descendientes.
Tras esta aclaración Angelica se colocó frente a la pared izquierda junto al altar y una luz blanca apareció.
-Vamos entra –anunció señalándome el haz de luz.
Dudé por un momento, pero finalmente confié en ella y me adentre en el destello cegador.
Cuando mis ojos se recuperaron del fogonazo descubrí que estaba en una nueva sala, de mucha claridad y paredes blancas. Había muchas camas de poca altura, y al lado de cada una había una pequeña mesa y una butaca.
-Afortunadamente no tenemos ningún herido reciente, así que la sala está vacía y puedes escoger la cama que desees. –explicó.
Una de las camas tenía un cabecero idéntico al mío, así que decidí que esa sería mi cama por esa noche.
-Voy a por algo para comer –anunció la joven al verme soltar algunas cosas junto a la cama tres. Asentí con la cabeza y la aprendiz de sacerdotisa desapareció en el haz de luz. Coloqué mi chaqueta en un perchero junto a la butaca, el pañuelo lo enredé en el cabecero, me quité los deportes, y caí rendido en la cama.
El miedo a dormir en esa habitación tan amplia y solitaria me ponía nervioso, pero mi cansancio era tan grande que los ojos se me cerraban solos, no terminaba de creer todo lo que había ocurrido ese día, mi mente estaba confusa, parecía que era todo fruto de mi imaginación y notaba algo diferente en mi interior. Dejé vencer al sueño y de pronto estaba en un cementerio, había una lápida, la de Dave. Me sentía culpable, angustiado y miserable. Cómo había sido capaz de matar a Dave, no me agradaba su presencia pero ni siquiera nunca le había odiado, y ahora él estaba muerto por mi culpa, era un asesino y un insensible. Había sido capaz de atravesar el pecho de una gárgola sin apenas vacilar, tan solo quería salvar a Jhonny, ¿pero tan cruel soy? Todo se desvaneció y no sentía ni pensaba nada.
Abrí los ojos, la luz del sol me daba en la cara, estaba en la enfermería. Todo lo del día anterior había sido verdad, no era un sueño, una parte de mi deseaba que fuera un sueño y Dave estuviera vivo, pero parecía ser realidad. Era un asesino.
Me intenté incorporar pero noté un gran peso en mi pecho, Angelica estaba sentada en la butaca con su cabeza apoyada en mi esternón. Junto a la cama un barreño de agua y unos paños, en la mesa algo de comida, y bebida.
-Angelica –susurré zarandeándola suavemente.
-Mmm… ¿dónde estoy? –preguntó levantando la cabeza con los ojos casi cerrados.
-En la enfermería.
De repente dio un salto y quedó de pie junto a la cama totalmente desconcertada.
-Me he quedado dormida –murmuró avergonzada –lo siento yo no…
-No te preocupes –le interrumpí –no pasa nada. ¿Qué ha pasado esta noche?
-Cuando volví estabas dormido, no parabas de llorar y sudar, tenias la fiebre muy alta.
-¿Has estado cuidando de mi toda la noche? –pregunté alucinado.
Asintió con los pómulos sonrojados y empezó a recogerlo todo.
-Será mejor que vayas recogiendo tus cosas, Weingartlaud estará esperándote, y esta noche no creo que duermas aquí. –anunció.
Acto seguido me levanté y en unos minutos estaba todo recogido y nos encontrábamos frente al haz de luz.
-Gracias por cuidar de mí. –concluí.
-Es mi deber. –finalizó con su dulce voz.
Al aparecer junto al altar, nos esperaba la señora Santer mirándonos con despreció.
-Serow te espera, apresúrate –expresó con severidad.
En la sala había unas ocho o nueve jóvenes con ropajes similares a los de Angelica.
Mientras me dirigía hacia la puerta acompañado de la anciana, las miradas de expectación se clavaban en mi mente.
Al abrir la gruesa puerta el resplandor del sol me cegó por unos segundos, parecía que en Mahorain el sol estaba más cerca de nosotros que en Londres, o tan solo que la falta de altos edificios no era algo a lo que estuviera acostumbrado.
Efectivamente todo lo que había percibido la noche anterior era verdad. La hierba crecía saludable, el mar era precioso, el bosque frondoso, alto y espeso. Algunos niños corrían alegremente por la orilla y unos jóvenes practicaban peleas con palo. A lo lejos tras el bosque se desdibujaba una alta montaña rodeada de nubes bajas, y en el despejado y soleado cielo sobre nosotros, volaban águilas de tres metros. Realmente daban miedo, pero parecían tan felices y naturales que no afectaba. Todo era tan diferente, tan natural, tal y como lo ponen en los cuentos, todo belleza. Sinceramente me alegro de pertenecer a este hermoso lugar, y tan solo lamento no haberlo conocido antes, allí sin saber lo que me esperaba en el futuro, allí sí tenía ganas de vivir.

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