Capítulo 4
La historia y el presente
Con la luz del día comprobé que el lugar de la fuente era
como un antiguo templo circular. Al igual que por dentro, todo era de mármol
blanco. Hecha de cinco pilares unidos por paredes rígidas, solo una de ellas
era acuosa como las del interior del templo.
Una vez más atravesé la pared líquida y me encontré con la
fuente y el anciano.
-Buenos días –saludó Weingartlaud cerrando de nuevo su libro
-¿Qué tal la noche?
-Las he tenido mejores. –respondí aún agotado.
-Supongo que sí –mantuvo el silencio y continuó – ¿Qué te
parece Mahorain?
-Es un lugar muy bonito, se nota que la mano del hombre
humano no ha llegado aquí.
Weingartlaud mostró una leve sonrisa y reveló:
-Nosotros somos humanos Vanik, bueno algunos –especificó
sonriente. Mi silencio provocó que siguiera su aclaración. –Plantas, animales,
humanos, seres mágicos, son especies diferentes, pero el mago es un simple
humano mortal. Gracias a la magia en nuestro interior no tenemos enfermedades,
podemos llegar a los ciento cincuenta años, pero no dejamos de ser humanos. Se
podría decir que somos de razas diferentes, nosotros los Magos y ellos Morguts.
El anciano caminó hacia la fuente y metió su mano en el
agua.
-Ven quiero enseñarte algo –anunció.
Me acerqué con algo
de incertidumbre y miré a la fuente, en el agua se veía Mahorain, el mar, el
bosque, la montaña, el templo.
-¿Ves?, desde aquí puedo ver todo lo que ocurre en Mahorain,
no puedo entra en la mente de la gente, o en los edificios, pero sí veo lo
superficial, así es más fácil controlar la paz de este lugar. –musitó unos
segundos y explicó –Esta fuente es mágica, su agua puede curar cualquier
herida, pero solo si mereces ser curado, si no el agua no tendrá ningún efecto.
-Impresionante –murmuré.
-Además, una gota de estas puede guardar el recuerdo que tú
desees, tu recuerdo se cristalizará.
-¿Cómo? –eso ultimo no era algo muy normal, nada de lo que
había visto hasta ahora era normal, pero eso me impactó bastante.
Weingartlaud sonrió.
-Como te expliqué ayer es mejor que lo veas. –tras decir
esto sumergió de nuevo su mano en la fuente y cerró los ojos, al extraer la
mano todo el agua goteaba por sus dedos, pero una gota se cristalizó en la
punta de su dedo índice. Soltó cuidadosamente el bastón que sostenía con la
otra mano y después la extendió para dejar caer la gota en su palma. –Toca
cuidadosamente con tu dedo la gota.
Vacilé un momento pero lo hice. Una descarga sacudió mi
mente y estando en el mismo lugar, no estábamos solos. Weingartlaud parecía no
verme, hablaba con mi padre.
-No te preocupes, aquí estará a salvo, se adaptará bien.
–comentaba el anciano intentando calmar a mi padre.
-No puedo perderlo Serow, es lo único que me queda, sé que
será un buen mago. –reprochó mi padre algo alterado.
-Te entiendo Erik, haremos que funcioné. –finalizó el
veterano mago postrando sus manos en los hombros de mi padre.
De pronto todo se volvió borroso y me encontraba de nuevo
solo con Weingartlaud junto a la fuente.
-¡¿Pero qué?! –exclamé.
-Es uno de mis recuerdos –explicó –acabo de cristalizarlo
para que otros puedan verlo. Si destruyes la gota –continuó cerrando su mano
–destruyes el recuerdo, aunque permanecerá en la mente. Es una magia muy
especial, muchos magos la usan para guardas sus buenos recuerdos. Toma
–proclamó materializando un pequeño cofre en su mano –dentro va un cuentagotas
y un frasco de agua mágica úsala bien y no la malgastes.
El cofre era marrón oscuro con metal negro, con una “V”
grabada a fuego.
-¿Cómo se abre? –pregunté acogiéndolo entre mis manos.
-Con el corazón –respondió –solo tú puedes abrirlo, en su
interior está grabado tu número, el 512, si grabas el número de otro mago, él
será el que pueda abrirlo. Le damos un cofre a cada mago registrado.
-¿De dónde procede esta agua?
-Son lágrimas de Hada.
-¿Lágrimas?, ¿de Hada? –pregunté sorprendido.
-Así es, las Hadas son muy sensibles, la angustia podría
matarlas. Sufren por el odio, la envidia y toda la maldad que nos rodea, y
lloran para aliviar ese dolor. Cuando lo hacen vienen a esta fuente, su llanto
es una melodía única, digna de oír. El sonido de su angustia intenta calmar los
corazones, incluso detendría a la más fiera de las bestias. Hace falta mucho
tiempo para llenar esta fuente, pero los años de guerra lograron la muerte de
millones de ellas y el llanto de otras miles. Preferiría ver esta fuente seca.
–finalizó con angustia. –En fin, Mahorain también tiene su parte fea, ¿no?
-Como todo –murmuré cabizbajo.
-Vamos, anímate –expresó golpeándome la espalda –a las Hadas
no les gusta la tristeza. Ven te enseñaré algo más –comentó caminando hacia una
de las paredes acuosas.
Al atravesar la pared aparecimos de nuevo en una sala
diferente, pequeña, con altas estanterías cargadas de objetos llenos de polvo,
un gran cofre a la izquierda, un atril en el centro, y una jaula de pájaro a la
derecha. Todo lo demás estanterías.
En el atril, un enorme y antiguo libro, color marrón, y un
ojo verdoso en la portada.
-Ese es el libro de Seruvin, el mayor mago de todos los
tiempos, el primer Archimago. –espetó el anciano. –Este libro elige que mago
debe ser el Archimago de Mahorain, es decir el líder. Solo quien él elija podrá
abrirlo y leer su contenido. En él se escribe automáticamente todo lo que el
Archimago sabe o va aprendiendo. Puedes ver historia, magias, seres mágicos,
profecías, todo lo que aprendas aparecerá en el libro, y se mantendrá para el
siguiente gran mago que pueda abrirlo.
-Creo que no he entendido eso muy bien. –comenté algo
perdido.
-Me refiero a que yo puedo consultar en ese libro las magias
que conocía Seruvin, o cualquier anterior Archimago, puedo ver toda la historia
que ellos llegaron a aprender, todos los seres mágicos que conocieron. El mago
que ocupe mi puesto podrá ver todo eso y además todo lo que yo haya aprendido a
lo largo de mi vida, ese libro tiene más páginas de lo que parece.
-Increíble… –balbuceé –Entonces es un libro muy poderoso,
¿no? No es peligroso que exista algo así.
-Como ya te he dicho, este libro solo puede abrirlo quien él
elija, y debe ser una persona sin maldad en el corazón, ya que de lo contrario
no podría entrar en esta sala.
-Entonces –comenté desconcertado – ¿yo soy bueno?, pero ayer
maté a un niño –reproché.
-No está muerto –se oyó una voz de tras de nosotros.
-¡Papá! –exclamé abrazándolo.
-Bienvenido Erik –saludó el anciano.
-Dave está vivo hijo –comenzó mi padre –y además su vida no
corre peligro, Kurt se encargó de curarlo.
-¿De verdad? –pregunté.
-Te lo prometo. –respondió rodeándome con sus brazos –Además
por supuesto que eres un buena persona, tan solo fue una pelea, en las peleas
puedes herir y matar sin desearlo, pero tú no tienes maldad.
-Papá –comenté –tú también puedes entrar.
-¿Lo dudabas? –interrumpió el anciano –Tú padre es un gran
hombre y un mago muy responsable, aunque algunos lo duden. Es una de las
personas más bellas que yo conozco, y no me refiero a físico –finalizó
sonriente.
-Tuve un gran maestro –comentó mi padre devolviéndole el
cumplido.
-No acostumbro a tener tanta visita –gruñó una voz extraña –y
menos aún a la presencia de una gárgola –murmuró –que energía tan
extraordinaria.
-Perdón por despertarte, Antalboz. –dijo Weingartlaud
mirando al antiguo libro. –Te presento a Vanik Landom…
-Ya, ya –interrumpió el libro con voz chirriante –ya sé quién
es, pero no por qué está aquí.
El ojo de la portada parpadeaba, y el canto del libro había
adquirido forma de boca con afilados dientes.
-Sabes de sobra que el niño es de buen corazón –continuó el
objeto mágico –no necesitabas despertarme.
-Sí, pero necesito saber algo que solo tú puedes notar.
–explicó el anciano.
-Ya –murmuró el libro –el nivel de sus poderes. –Mantuvo el
silencio mirándome fijamente con su único ojo –solo es capaz de usar alrededor
de un diez por ciento de su magia. Creo que solo tiene las cualidades físicas y
puede que algo más.
-Ya ha usado el Kakuroi.
–anunció Weingartlaud.
-Sí pero no lo controla, solo lo ha usado por reacción, al
igual que el Dobagan. –aclaró
Antalboz.
-Entiendo –murmuró el anciano –Bueno aún es pronto, ya iras
controlando tus poderes poco a poco.
-Claro que sí –comentó mi padre intentando animarme –no debes
tener prisa con la magia, lo primero es adaptarte, y para eso vamos a dar un
paseo y así hablamos, ¿te parece bien?
Asentí con la cabeza y tras despedirnos del anciano
atravesamos la puerta hacia la fuente y luego hacia el exterior del templo.
-Siento todo lo que ha ocurrido Van. –expresó mi padre
mientras caminábamos hacia la playa –Desde pequeño tienes problemas
relacionados con el mundo de la magia, quería que crecieras entre los humanos,
pensamos que sería más fácil que te aceptaran ellos a que te aceptaran los
magos, pero no fue así. Te hacías mayor y no encontraba la forma de aliviar tu
dolor por la soledad, ni encontraba la forma de explicarte que pertenecías
aquí, a Mahorain. He dejado que el problema creciera hasta que ha explotado y
te has enterado de todo de golpe, tu madre habría sabido cómo hacer para
solucionarlo sin llegar a esto, ella siempre actuaba para ayudar a todos…
-Papá –le interrumpí –está bien, no pasa nada, tampoco estoy
tan asustado, no sé bien de qué va todo pero lo estoy asimilando. No le des más
vueltas, ha sucedido así y ahora lo que quiero es saber la verdad de todo.
-Está bien. –murmuró deteniéndose en la arena, con la mirada
fija en el mar – ¿Qué sabes?
-Solo que las gárgolas me buscan, que desde la guerra todo
cambió, que a los magos no le agradan las gárgolas y que mamá es una de ellas.
-Bien empezaré antes de la guerra. –anunció tragando saliva
–Existe una leyenda que dice que el séptimo hijo de una familia de magos nacerá
con unos poderes incalculables, el mayor mago que se pueda conocer. En la edad
media las familias solían ser numerosas, llegaban a tener cinco o seis hijos,
pero ninguna familia de magos se atrevió jamás a llegar al séptimo ya que
temían que sucediera alguna desgracia. Pero hubo una excepción, una familia de
talentosos magos, los Montarset, llegaron a ese número, aunque con un
inesperado incidente, en el séptimo alumbramiento nacieron gemelos, Arow y
Seruvin. Todos en el pueblo donde vivían temían que sucediera algo, pero lo
niños no mostraban señales de nada especial, excepto de que no había magia que
se les resistiera y conforme crecían se hacían más poderosos. Con diez años ya
habían creado magias que ningún otro mago era capaz de realizar, no tenían
límites. Con el tiempo se empezaron a notar las diferencias entre ellos, Arow
se dedicó a viajar en busca de las magias más poderosas y prohibidas, y Seruvin
decidió crear una escuela de magos e investigar los orígenes de la magia. Así
fue como Seruvin creó a Antalboz y escribió en él todo lo que aprendió. Él fue
quien hizo los mayores descubrimientos y explicó la naturaleza de la magia.
Según sus investigaciones la magia se divide en cuatro partes, la magia negra o
brujería, la magia blanca o celestial, la magia espiritual o hechicería, y la
natural o de la naturaleza. Además investigó a los seres mágicos y montó su
escuela en la isla donde se encontraba la mayor colonia de dragones, Mahorain.
-¿Todo esto que veo lo creo él? –interrumpí.
-No, él solo creó el templo, la iglesia y la escuela, ya que
se especializó en la magia blanca y dio nombre a la Argottia. Por otro lado
Arow se ocultó en un lugar siniestro llamado Hellades, y allí practicó la
brujería para ser el mayor mago que existiera. Almacenaba sus magias en una
bola oscura de cristal a la que llamó Garuoi y además se convirtió en un asesino
ansioso de poder, no tenía escrúpulos ni temía a nadie. Así fue como los
hermanos quedaron separados. Con la escuela de magos de Seruvin y las
atrocidades que realizada Arow, la magia dejó de ser algo oculto y los Morguts
nos descubrieron, pensaban que estábamos poseídos por el demonio, y que por eso
éramos diferentes. Asustados empezaron a cazar magos, los capturaban y los quemaban
vivos ante el resto del pueblo. Seruvin buscó a su hermano y le pidió ayuda
para acabar con el desastre. Desde que ellos dos llegaron a Inglaterra y usaron
la magia en público todo eran luchas y muertes, Seruvin planeó unir su poder
con el de su hermano y transportar a todos los magos de Inglaterra a cualquiera
de los demás países en el que no conocían la existencia de magos, así se
acabaría la lucha y lo magos estaría a salvo de nuevo. Pero Arow tenía planes
diferentes, él veía a los Morguts como insignificantes e inferiores, así que
reunió un grupo de magos y decidió exterminar a los débiles humanos. Muchos
magos se unieron al brujo, ya que despreciaban a los humanos, pero otros muchos
discrepaban en la idea de exterminarlos. Seruvin unió a los magos que querían
salvar a la humanidad y los lideró en la lucha contra su hermano. –mantuvo el
silencio, como pensativo y continuó –Por otro lado las gárgolas siempre habían
protegido a los humanos, y en la rebelión de Arow las gárgolas se organizaron
contra él. Muchos seres mágicos se unieron a Seruvin y pronto la guerra dejó de
lado a los humanos y pasó a ser una guerra de magos contra magos.
-Si las gárgolas, muchos seres mágicos y algunos magos se
enfrentaron a Arow, él tuvo pocas opciones, ¿no? –interrumpí de nuevo.
-Eso pensó Seruvin, que vencerían fácilmente, pero su
hermano había obtenido unos poderes inimaginables, poseía a uno de los Genios
más poderosos, y peor aún, usaba la necromancia, es decir, era capaz de invocar
a los muertos.
-¡¿Eso es posible?! –pregunté exaltado.
-Para un mago tan poderoso como él, sí. Arow no tenía
limites, tan solo podía enfrentarlo su hermano, que poseía otro de los grandes
Genios. Conforme avanzaba la lucha Arow se debilitaba cada vez más, controlar
un ejército de inmortales no es fácil, y Seruvin lo sabía, así que ideó un
plan. Dejó la batalla en manos de los seres mágicos, los pocos magos que le
quedaban y las gárgolas. Abrió un portal hacia Mahorain, creó el escudo que
protege a la isla, y fragmentó su alma. Seruvin había creado una magia con la
que fragmentabas partes de tu alma y podía introducirlas en objetos y seres con
el fin de controlarlos. Antes de usar esta magia entregó su libro, Antalboz, a
cuatro magos de su confianza y les encargó matar a Arow cuando él le arrebatara
los poderes. Sus amigos no entendían que pretendía hacer, pero prometieron
cumplir la misión. Así que finalmente Seruvin fragmentó toda su alma y la
introdujo en cada inmortal revivido por su hermano, controlando así al ejercito
y usándolo en su contra. Los magos seguidores de Arow cayeron ante los
inmortales y el oscuro brujo, desesperado por la derrota, deshizo el conjuro
con el que había invocado a los muertos, destruyendo también a Seruvin.
-¿Arow mató entonces a Seruvin? –pregunté desconcertado.
-Más bien Seruvin se autodestruyó, su plan desde el
principio era debilitar a su hermano y sabia que moriría si fragmentaba toda su
alma en los cadáveres, aún así no tuvo más opciones si quería tener una
oportunidad de derrotar a su hermano.
-¿Pero por qué murió?, ¿no podía unir de nuevo su alma?
-Bueno, eso se puede hacer, pero no en esa situación, el
había fragmentado su alma completamente y su cuerpo ya había muerto, ahí no hay
retorno.
-¿Y él no sabía eso?, ¿para qué la fragmentó completamente?,
no tiene sentido –reproché confuso.
-Necesitaba toda su alma para ser más poderoso que el
control que tenía su hermano sobre los cuerpos inmortales. Y sabía que cuando
Arow deshiciera el conjuro, su alma se enterraría con los cuerpos. Pero todo
esto había dejado muy debilitado al brujo, que era la misión de Seruvin, así
que sus cuatro amigos pidieron ayuda a Antalboz y este les enseñó una de las
más poderosas magias de su dueño con la cual destruyeron por fin a Arow.
-Así que Seruvin se sacrificó por salvar a todos y sus
amigos terminaron lo que él empezó. –comenté.
-Efectivamente, y no solo eso, sino que llevaron a cabo los
planes de Seruvin. Trasladaron por el portal que este había dejado abierto a
todos los magos y seres mágicos que quedaron, y no solo los de Inglaterra, sino
todos los del planeta. Se dedicaron a buscar magos por el mundo y los traían a
Mahorain, lugar en que a partir de entonces viven y deben vivir los magos y los
seres mágicos, solo las gárgolas se quedaron entre los humanos para protegerlos
de cualquier mago rebelde. Así fue como magos y Morguts acabaron separados y
como se creó una civilización en Mahorain.
-Papá –comenté –tengo algunas dudas que no entiendo bien.
-Dime, a ver si puedo aclarártelas.
-Para empezar –inicié algo nervioso –antes has mencionado algo
de un Genio si no he oído mal…
Mi padre soltó una grave carcajada y espetó:
-Así es, pero no son
genios como el genio de la lámpara de Aladin, son seres muy poderosos atrapados
en unas piedras mágicas, y ellos deciden quién será su amo. Y por supuesto no
conceden tres deseos, solo usan el poder que tengan. Algunos fuego, otros agua,
etc.
-Es decir, que la magia existe pero no de la manera que
creen los humanos.
-Exacto, existe la magia, no los milagros. ¿Alguna duda más?
-Ah, sí, ¿los magos viven aquí o solo vienen a la escuela e
iglesia de Mahorain y vuelve a su casa en la ciudad?
-Todos los registrados viven aquí. –respondió con seguridad.
-Es que aún no he visto ninguna casa. –comenté pensando que
me iba a volver loco.
-Ah, es eso –murmuró mi padre sonriente –es que aquí las
casas son diferentes. Seruvin escogió esta isla para los magos no por capricho,
sino porque es especial. A ver cómo te lo explico –expresó acariciándose la
perilla – ¿recuerdas cómo se forman las montañas?
-Según mi profesor de ciencias por el choque de dos placas.
–respondí sin entender para qué me preguntaba eso ahora.
-Bien pues esta isla es producto del choque de dos placas
oceánicas que originaron una montaña tan grande que sobresalió a la superficie,
es decir, estamos en la superficie de la montaña, y aquello que se ve allí
–dijo señalando a un saliente que se desdibujaba al fondo del bosque –es la parte
más alta de la montaña oceánica.
-Entonces –comenté pensativo –realmente no es una isla, y
además estamos en la parte más estrecha, ¿no? Sería como un iceberg, que la
parte más amplia está sumergida en el agua.
-Correcto, pero a diferencia del iceberg, que es un enorme
trozo de hielo flotante, Mahorain no flota sino que está unida al fondo del
mar.
-Alucinante –expresé –Mahorain es más increíble de lo que
pensé.
-Pues aún no has visto nada –finalizó mi padre sonriente.
-Bueno, ¿y las casas? –pregunté de nuevo, con la historia de
las placas había olvidado que no había respondido a mi pregunta.
-¿No imaginas donde pueden estar? –preguntó esperando que sí
pudiera.
-¿Casas subterráneas? –pregunté intentando no decepcionarle.
-Así es –respondió sonriente –bajo nosotros viven miles de
magos, en casas creadas en el interior de la montaña oceánica, bajo el agua.
-Pero eso no tiene ningún sentido –reproché – ¿cómo se
entra?, ¿no se inundan?, ¿Cómo se respira ahí abajo?, es imposible –concluí
frunciendo el ceño.
-Tranquilo –expresó mi padre –te lo voy a explicar. A ver, en
Mahorain viven dos tipos de elfos, los del bosque y los elfos de las runas. Los
primeros usan la magia de la naturaleza para controlar las plantas y los
segundos controlan la tierra. Con la ayuda de los elfos de las runas se crearon
cavidades en el interior de la “isla”, totalmente cerradas, incomunicadas, pero obviamente esto provocaba
que dentro de las cuevas no se pudiera respirar, así que los elfos que
controlan las plantas conectaron las raíces de los arboles del bosque a todas
las casas subterráneas, así mediante las raíces los arboles llevan oxigeno a
las casas.
-Pero –reproché pensativo –según las explicaciones de mi
profesor las plantas no hacen ese proceso de llevar oxigeno a las raíces.
-Van, estamos en Mahorain –comentó con tono irónico –es un
bosque mágico.
-Entonces ese bosque no es como uno normal, ¿no? –concluí –ya
me creo cualquier cosa –finalicé aún pensativo.
-Pues aún no te he explicado cómo se entra –espetó
sonriente.
-Ah ya, por teletransporte –comenté irónicamente.
-Exacto, –reveló dejándome totalmente desconcertado – para
entrar en cualquier lugar del interior de Mahorain necesitas un transportador.
Los de las viviendas tienen forma de llave antigua, y cada llave solo la puede
usar una persona, su dueño.
-Noto un alto grado de precaución y privacidad, ¿no papá?
–pregunté extrañado.
-La magia es algo increíble, pero si no se usan en buenos
fines puede ser algo muy peligroso –explicó con rostro serio –por eso ser
cautelosos es muy importante.
-Ya veo.
-Dame la mano, voy a mostrarte algo –anunció mi padre
sonriente.
Tras hacerlo noté un ligero hormigueo en el estomago y
aparecimos en un salón iluminado por candelabros incrustados en la pared de
madera. El suelo era una enorme alfombra de un tono rojizo oscuro, y una mesa
de madera rodeada por cuatro sillas del mismo material ocupaban parte del
salón. En el resto del lugar había dos sofales de piel oscura, junto a ellos una
chimenea apagada. Al fondo un oscuro pasillo.
-Esta es nuestra casa –espetó mi padre mientras encendía la
chimenea con un ligero movimiento de su mano.
-Increíble –murmuré –todo esto, no puede ser verdad, ¿se
supone que estamos bajo el suelo? –pregunté desesperado por el caos que tenía
en mi mente.
-Así es, por eso no hay ventanas, ni puerta de salida.
–explicó como si fuera todo tan normal.
-Pero –reproché – ¿cómo has hecho lo de encender la
chimenea, y qué ocurre con el dióxido de carbono que desprenden las llamas?,
moriremos ahogados. –finalicé asustado.
-Tranquilo, mira al techo.
Al hacerlo vi que no había techo, pero sí muchas raíces
enredadas entre sí que cerraban el lugar.
-Ellas se encargan constantemente de purificar el aire,
regulan el nivel de oxígeno y dióxido de carbono para que se pueda vivir como
en el exterior. –explicó con seguridad.
-Por eso no tienes lámparas, porque no tienes un techo
normal. –comenté alucinado.
-Puedes echar un vistazo a la casa –anunció mi padre –en el
pasillo a la izquierda están el baño y mi cuarto respectivamente, en frente tu
habitación y frente al servicio mi despacho.
-¿Y la cocina? –pregunté sorprendido, esperaba no tener que
aprender a fabricar comida con la magia, no me sonaba muy natural.
-Vamos a un comedor común de cada clan –espetó.
-Ah, de cada clan. –repetí pensativo –Ya he oído hablar
antes eso de clan, pero aún no sé bien que quiere decir. –anuncié esperando una
explicación lógica, a pesar de que todo era muy increíble pero poco lógico.
-Bueno. –Comenzó una nueva narración sentándose junto a la
chimenea – ¿Recuerdas los cuatro amigos de Seruvin que destruyeron a Arow y
terminaron su proyecto?
-Sí –respondí recordando la intensa historia de los
hermanos.
-Pues ellos fundaron el primer consejo de magos. Cada uno de
ellos usaba magias diferentes, así que decidieron crear los clanes que
distinguieran los tipos de magos. –explicó relajando las llamas de la chimenea
con suaves movimientos de mano –Loui Santer era el aprendiz de Seruvin, por
tanto especialista en la magia blanca, él creó el clan de los Santeros y Sacerdotisas.
Fieles seguidores de la Argottia, y especialistas en el arte de la defensa y la
sanación. Kirk Haggis era un joven muy dotado en la magia negra, fundador del
clan de los Brujos, especialistas en maldiciones y magias prohibidas. Linda
Caughland, pareja de Haggis y talentosa en el control de la magia espiritual y
los portales. Fundó el clan de los Hechiceros, insuperables en el manejo de las
almas y los elementos. Y el último y más especial amigo de confianza de
Seruvin, Mungiu, un ser mágico de raza Mayzlan, los únicos seres capaces de
controlar los cinco elementos de la naturaleza. Obviamente el clan que fundó es
el de los Seres Mágicos, exclusivos en el manejo de la energía de la naturaleza
y conectados espiritualmente con ella.
Así se crearon los cuatros clanes principales, y se creó un
consejo de magos. Llegados a este punto tan solo faltaba un líder, un representante
de todo el mundo mágico, el Archimago. Supuestamente Seruvin sería el
Archimago, ese era el plan, organizar a los magos y liderarlos a una nueva y
mejor vida, pero su muerte obligaba a buscar uno nuevo, capaz de usar a
Antalboz y no caer en la tentación de la parte oscura de la magia. Así que el
libro buscó un nuevo dueño, y Klaus Weingartlaud, primogénito de Arow, se
convirtió en Archimago con tan solo dieciocho años.
-¡Un momento! –interrumpí alterado – ¿Hijo de Arow?, ¿Él
tuvo hijos?
-Así es –asintió mi padre sin darle mayor importancia.
-¿Pero cómo?, es imposible que alguien pudiera amar a ese
hombre, y menos tener hijos con él. –reproché indignado.
-Él quiso cumplir de nuevo la profecía del séptimo hijo, y
fue dejando descendientes en su largo viaje.
-¿Y lo logró?
-Llegó a tener nueve hijos, pero la profecía no se cumple si
no son con la misma pareja. La leyenda decía que el séptimo descendiente de una
familia de magos sería especial, no de un solo mago, así que la leyenda no tuvo
ningún efecto.
-¿Y Seruvin? –pregunté intrigado mientras me acomodaba en el
sillón libre– ¿Tuvo hijos?
-No, ni siquiera tuvo pareja –aclaró pensativo –o al menos
que se supiera. Dedicó toda su vida a la magia, hasta el último segundo de su
vida.
-¿Y cómo es que Antalboz eligió a un descendiente de Arow,
era de buen corazón?
-Que una alguien no sea buena persona no quiere decir que
su, familia, amigos, etc., también lo sean. –explicó –Tienes el claro ejemplo
de los Montarset. Así pues, Klaus, joven talento de la brujería accedió a
defender los ideales de Seruvin y aprendió todo lo que Antalboz le enseñó.
-Increíble –comenté fascinado –con tan solo dieciocho años
ya era el mejor de los magos.
-Y lo mejor es que ofreció más de lo que se esperaba de él.
–espetó dándome a entender que aún había más por saber.
-¿A qué te refieres?
-Creo que ya has tenido suficiente historia por hoy, mejor
vayamos a comer algo. –finalizó levantándose repentinamente y apagando las
llamas con la mirada.
-Tienes que enseñarme a hacer eso. –advertí incorporándome
junto a él.
-Veo que te está gustando –comentó despeinándome con su
mano. Acto seguido estábamos de nuevo en el templo, los dos solos.
-¿Qué hacemos aquí? –pregunté extrañado.
-Esperar a Kurt –anunció mi padre –hoy almorzaremos con él.
Después del enfrentamiento con las gárgolas no había vuelto
a ver a Damon, y realmente le echaba de menos. Tras un corto periodo de espera
el doctor apareció atravesando una de las paredes acuosas.
-Vaya, ya me esperabais –comentó sonriente –siento la demora.
Tras acercarse a mí y mirarme seria y fijamente como
preparando un diagnostico, expresó sonriendo:
-Me alegro de ver que sigues en perfecto estado.
-Mentalmente no me encuentro tan bien, créeme –anuncié –todo
esto, es difícil de entender y asimilar.
-Te entiendo –expresó Damon –vayamos a comer y si quieres te
explico cosas que no entiendas.
-Le he contado sobre la guerra y demás, pero aún le queda
mucho por saber. –proclamó mi padre algo angustiado, supongo que se sentía mal
por la situación en la que me veía inmerso –Colocad vuestras manos en mis
hombros y os llevaré ante el almuerzo –finalizó.
Una vez más fuimos transportados a otro lugar tras hacer lo
que nos indicó mi padre, asumí que este modo de viaje iba a ser rutina en mi
vida.
De nuevo estábamos en nuestra casa de Mahorain, los tres de
pie en el salón.
-Traigo algo para ti –anunció Kurt enseñándome un llavero de
bronce con aspecto de maleta en miniatura. –Ábrelo en tu habitación a ver qué
te parece.
Dudé en cogerlo pero mi padre me miraba intentando darme
confianza, así que me decidí y lo agarré con mi mano derecha. Todo fue normal,
no ocurrió nada, un simple broche.
-Ve a tu habitación y ábrelo, prueba con Gian. –explicó mi padre mientras
colocaba los platos en la mesa.
No sabía qué había querido decir con eso, pero caminé sin
decir nada hacia mi habitación, observando el llavero, nervioso, con miedo al
pequeño objeto.
La habitación era simple, cama con colcha azul pegada a la
pared, frente a ella un negruzco armario, a su lado un escritorio de madera oscura,
y un sillón del mismo tono que la colcha.
Desde que empezó esta locura había estado con la maleta a
cuestas, no la había dejado en ningún lugar guardada, ni me había cambiado de
ropa, solo me había quitado el pañuelo y lo había guardado en la mochila.
También me había desabrochado la chaqueta, estábamos en verano, y aunque el
verano ingles no es especialmente caluroso, una chaqueta de cuero negro a plena
luz del día se nota bastante.
Así que nada más entrar en la habitación solté la mochila en
el suelo, coloqué la chaqueta en la silla, y me tiré totalmente estirado a lo
largo de la cama. En esa posición me entró nostalgia, solía tumbarme así al
llegar de la escuela, solo que aquí me faltaba una ventana por donde mirar los
movimientos de la ciudad.
Aún tumbado elevé mi brazo derecho y estiré mi dedo índice,
del cual colgaba el llavero que me había dado Damon. Lo observé pensando qué
sentido tenía abrir algo tan pequeño, entonces recordé el bastón de Jhonny, o
más bien su colgante. Me incorporé y lo miré fijamente, intentado adivinar cómo
podría hacer lo que hizo mi protector. “Prueba con Gian” había dicho mi padre, así que murmuré esa extraña palabra y
el llavero creció transformándose en una gran maleta marrón, típica de
abogados.
A causa del peso, la maleta se me había caído y estaba
tirada en el suelo, con todo lo que contenía esparcido por la habitación.
-¡¿Estás bien?! –preguntó mi padre algo alterado apareciendo
por la puerta. El ruido de la maleta al caer le había asustado, se notaba que
llevaba todo el día en tensión.
-Sí –respondí –tan solo se me ha caído, pero he conseguido
abrirla. –finalicé con una leve mueca de sonrisa.
-Ya veo –expresó agachándose a recoger.
-¿Para quién es todo esto? –pregunté agachándome con mi
padre. La maleta contenía pantalones, camisetas, sudaderas, calcetines,
guantes, calzoncillos, y unos deportes similares a los míos. Algunos libros,
cómics, cds, un sobre que ponía “fotos” escrito a lápiz, y unos cuadernos.
-Para ti. –explicó Kurt acercándose a ayudarnos –Muchas de
estas cosas son tuyas y otras te las he comprado yo. Ves. –dijo mostrándome el
sobre –son las fotos que tenia tu padre guardadas, el me dio todas estas cosas
para que te las trajera en esta maleta. Tú ropa interior, tus cds, tus
cuadernos por si quieres tener un recuerdo del colegio de los Morguts. Tan solo
te he comprado una par de pantalones de tu estilo, vaqueros y anchos, estos
deportes, y algunas camisetas especiales como la gris que te regalé. Te he
traído cuatro diferentes, roja, azul, morada, y blanca. –finalizó sonriente.
–Ah, y estos cómics de Marvel que no tenías. –dijo mostrándolos orgulloso –Espero
que te gusten –concluyó mirándome con aprecio.
Me quedé en silencio, cabizbajo, observando todo lo que la
maleta contenía, todo lo que Damon me había traído para que mi estancia aquí
fuera más agradable. Nunca había tenido madre, ni amigos, pero nunca me habían
faltado ellos dos, mi padre y mi padrino, los dos que me habían enseñado a
valorar las cosas, a ver el lado bueno de todo, a soportar todo lo que nos
sucede, siempre me habían apoyado y esta vez había vuelto a demostrarme que
seguían ahí.
-Gracias –conseguí murmurar.
-No hay de qué –expresó el doctor dándome una palmada en la
espalda.
-Vamos, se va a enfriar la comida –anunció mi padre –luego
sigues con la maleta.
Los tres nos sentamos a la mesa, como muchas otras veces,
bromeaban sobre de donde procedía la comida, e intentaban hacerme hablar
haciéndome preguntas sin importancia.
-Oye Van, siento que mi visita haya sido tan breve, pero es
que tengo mucho trabajo, así que tengo que irme ya. –anunció Kurt levantándose
–Nos veremos pronto, ¿vale? –finalizó sonriendo – ¿Me llevas Erik?
Mi padre asintió levantándose.
-Espera papá –interrumpí su marcha –me apetece una ducha,
¿puedo?
-Claro hijo, esta es tu casa. Hay toallas en tu armario
–comunicó besándome la cabeza.
-El agua saldrá caliente, ¿no?
-Claro –respondió.
-Si no, puedes calentarla tu mismo con magia –bromeó Kurt sonriente.
Tras esto desaparecieron, me quedé solo. Cogí unas toallas,
ropa y me di un baño caliente. No sabía cómo hacían para calentar el agua, ya
que no vi ningún aparato que realizara esa función, pero prefería no darle
muchas vueltas al asunto, asumí que había muchas cosas que no entendería hasta
dentro de un desconocido tiempo.
Al salir de la ducha y vestirme vi mi cuerpo reflejado en el
espejo, sin camiseta. Mi brazo izquierdo de color grisáceo, mis uñas afiladas a
modo de garra, en un tono gris más claro, la mitad izquierda de mi cabeza era
de pelo blanco. Realmente no tenía aspecto de humano, estaba claro que
pertenecía a otro lugar, puede que Mahorain.
Uní las palmas de mis manos, la derecha era mucho más
cálida, de piel más suave. Mi brazo izquierdo tenía una temperatura bastante
inferior al resto de mi cuerpo, por eso a pesar de llevarlo tapado todo el día,
y con guante, no sufría por el calor. Podría a ver sido peor.
Salí del baño con una de mis viejas camisetas, azul, de
mangas largas, nuevos vaqueros y deportes, mi guante negro en la mano
izquierda, brazo derecho remangado con muñequera negra con el símbolo del ying
yang y pendientes colocados. Mi padre ya había vuelto.
-Vanik –dijo terminando de recoger la mesa –esta tarde
tenemos una reunión con el consejo de magos, hablaremos sobre el clan al que
pertenecerás y donde vivirás, ya que yo trabajo con Kurt y debo volver a
Londres mañana temprano. –anunció mirándome con tristeza –Sé que debería
habértelo dicho antes, vendré a verte a menudo, pero es mi deber, aquí también
se trabaja para vivir y mantenerse.
-Sí, deberías habérmelo contado antes. –advertí dolido
–Estaré en la habitación, avísame cuando tengamos que irnos. –finalicé cerrando
la puerta bruscamente.