miércoles, 13 de junio de 2012

La Leyenda de las Gárgolas (Cap 1)


Capítulo 1

La verdad oculta

De nuevo la rutina se repetía, caminaba solo hacia el colegio, el sol intentaba demostrar su presencia entre los altos edificios y el desánimo se apoderaba de mí. Casi nadie tiene ganas de ir a la escuela o a trabajar, y menos aún por la mañana con el sueño en el cuerpo, pero yo odiaba levantarme cada día y darme cuenta de que estaba vivo. Este pensamiento es algo extremo para un niño de 15 años, pero mi vida nunca ha sido como la de cualquier niño de esa edad.
Era 10 de junio, faltaban pocos días para el fin del curso y ese era mi único consuelo. No es que la cosa mejorara mucho en vacaciones, porque si llevar buena vida es estar todo el día en casa viendo la tele o jugando online para sentirme cerca de la gente, y salir alguna tarde a sentarme en el desierto parque de mi urbanización, entonces mi vida era perfecta.
Como les contaba, era por la mañana y caminaba hacia el colegio con intención de ignorar a todo el mundo y pasar un día medio decente, pero dudaba que así ocurriera. Tanto en el colegio como en la calle siempre estaba solo, el hecho de tener mi brazo izquierdo grisáceo y con aspecto de putrefacto a causa de una enfermedad de nacimiento extremadamente rara y que aún ni el Doctor Extraño había descubierto de donde procedía, no agradaba a nadie, y aunque siempre llevaba ese brazo con mangas largas y un guante negro la gente me conocía y se alejaban de mí por miedo a contagiarse. Por suerte nunca había cambiado de colegio, y aunque muchos niños me tenían miedo, algunos se habían acostumbrado y ya no me insultaban ni huían.
Sin embargo mi poca tranquilidad acabó hacía apenas unas semanas, cuando la parte izquierda de mi pelo empezó a clarearse en un tono gris oscuro, de nuevo la gente empezó a temerme e ignoraban a los profesores que intentaban explicar que no era contagioso, así que mi vida de nuevo volvió a ser insoportable.
Mi padre me llevó a casa de su mejor amigo, Kurt Damon, mundialmente conocido como el Dr. Extraño, pero aún no sabía que le ocurría a mi cuerpo y mientras tanto tenía que seguir mi vida y soportar a todo aquel que le apeteciera insultarme.
Aquella mañana todo era igual, mi padre y yo nos levantamos temprano, desayunamos juntos, me deseó suerte y se fue al trabajo. Unos minutos más tarde cogí mi maleta, me miré en el espejo e intenté convencerme de que todo cambiaría algún día, sin saber que ese día había llegado.
Al atravesar el abandonado parque de mi urbanización divisé a un hombre de avanzada edad que se apoyaba en una pequeña valla mientras observaba el amanecer. No era común ver a nadie en ese parque, pero no le di mayor importancia. Conforme me acercaba al anciano, este se giraba repetidas veces y me miraba con simpatía, algo que me ocurría pocas veces, y para mi sorpresa al pasar junto al él me agarró y me preguntó:
-¿Estás bien joven?, te noto decaído.
Tardé unos segundos en contestar, no estaba acostumbrado a que nadie se interesara por mí, y menos aún a que me tocaran el brazo izquierdo. Era la primera persona que recuerdo que hizo eso, ni siquiera mi padre se había atrevido nunca.
Me quedé mirándolo e intentado soltarme contesté:
-Tan solo estoy algo dormido, gracias. –Pero me tenía agarrado con fuerza y no pude continuar mi camino.
-Está bien Amil –dijo el anciano soltándome el brazo y mostrándome una cálida sonrisa. Me quedé de nuevo paralizado, ¿me había dicho “Amil”?, ¿se había confundido de persona?, o por culpa del sueño no le había entendido bien y tan solo me había dicho “amigo”. Sin comprender lo que ocurría seguí caminando y oí de nuevo la voz del anciano que me decía: <<Ve con cuidado>>. Al oír esto me giré y el anciano había desaparecido, la calle estaba plagada de gente y el ruido de los vehículos tronaba por todos lados. ¿Qué había ocurrido?, unos segundos antes la calle estaba desierta y las carreteras abandonadas, ¿la somnolencia me estaba gastando una broma?, ¿había ocurrido de verdad? Seguía sin entender nada así que hice como si no hubiera ocurrido y me fui a la escuela.
La mañana ya había empezado bastante extraña, pero sin embargo en la escuela no tuve que soportar mucho, alguna que otra burla, muchas miradas de miedo y compasión, en fin lo de siempre. Aunque los compañeros se alejaban de mí, con los profesores me iba bastante bien, ya que ellos sabían que no era contagioso y además yo solía sacar buenas notas. En letras me costaba obtener una nota aceptable pero en ciencias era notable, sobretodo en física y química, ahí no bajaba del sobresaliente.
Aquella mañana no había tenido ningún examen, y a la hora del recreo no tenía que estudiar así que me senté en mi solitario banco de siempre a la sombra de uno de los muros del colegio, nunca me había gustado mucho estar al sol.
Mientras me comía una barra de cereales, veía como la gente se divertía jugando al fútbol, al baloncesto, o tan solo charlando. Y por supuesto vi como Dave, un compañero de clase que me odiaba y temía desde pequeños, molestaba a otros niños de cursos inferiores. Él disfrutaba incordiando a los demás y siempre me insultaba por mi enfermedad, pero un día insultó a mi madre y salí corriendo para pegarle, justo cuando lo había alcanzado mi padre me agarró. No sé de donde apareció, ni nunca me lo explicó pero me dijo que nunca más me peleara, y así lo había cumplido.
Pero ese día Dave quería demostrar a sus amigos lo increíble que era, así que se acercó de nuevo a mí.
-Hola Lucy –dijo con su tono irónico de siempre.
Desde pequeños él decía que yo era hijo de Lucifer, así que me llamaba Lucy.
-No estoy de humor, Dave –contesté con frialdad.
-¿Tienes un mal día?, ¿te ha contado tu padre el secreto de tu enfermedad y por eso estas triste?
Tan solo me limité a mirarlo mal y mantener el silencio, pero él no se rinde tan fácilmente.
-Oye tus pelos me gustan, no es un tinte ¿verdad? Creo que ahora entiendo tu secreto, tu madre era medio cebra medio prostituta, así se entienden tus pelos y la enfermedad rara que heredaste de ella en tu brazo.
Unos segundos más tarde Dave estaba a más de 20 metros de mí, tirado en el suelo inconsciente y de mi brazo izquierdo emanaban unas llamas negras que se apagaron rápidamente. Le había atizado un puñetazo con mi mano izquierda y había ocurrido algo extraño. Los profesores se apresuraron a levantar a Dave que tenía parte de su cara quemada, todo el mundo me miraba con miedo y los nervios se apoderaron de mí, así que cogí mi maleta, trepé por la valla del colegio y me fui corriendo a casa.
Mi padre seguía en el trabajo, decidí sentarme tranquilamente en el sofá y esperar a que llegara. Sin darme cuenta me quedé dormido, cuando me desperté eran las siete de la tarde y mi padre aún no había vuelto, tenía la sensación de que lo había soñado todo y necesitaba contárselo a alguien así que fui a visitar al Dr. Kurt.
Damon vivía a pocos minutos de mi casa en un edificio de doce plantas, su piso era el 3º B y casualmente cuando me detuve en su portal, él me vio desde su balcón.
-¡Vanik, ¿qué haces aquí?! –preguntó.
Callé por un momento.
-Me ha ocurrido algo hoy y no sabía a quién contárselo, ¿puedo subir?
Me miró pensativo.
-Claro, ya te abro. –finalizó.
Subí por las escaleras, nunca me gustaron los ascensores, Kurt me esperaba en la puerta sonriendo pero con cara de preocupación.
-¿Todo bien? –me preguntó – ¿aún no ha vuelto tu padre del trabajo?
-No, hoy tenía una reunión importante –respondí.
Entramos en su casa, me pidió que me sentara en el sofá y me ofreció un helado.
-Bien, cuéntame que te ha ocurrido. ¿Está relacionado con tu enfermedad?
-Sí –dudé un momento y añadí –bueno no lo sé, parece irreal.
-A ver, cuéntale al Doctor Extraño un caso extraño –expresó intentando tranquilizarme con su sonrisa.
Kurt era bastante alto, casi metro noventa, de pelo castaño algo despeinado, delgado, casi siempre trajeado, y fumaba más que respiraba. Normalmente llevaba gafas.
-Bueno –comencé con algo de miedo –he golpeado a un compañero de clase con mi brazo izquierdo y le he quemado la cara, pero ha sido sin querer no me di cuenta de que le estaba golpeando –intenté excusarme al recordar la promesa que le hice a mi padre.
-Está bien, tranquilo –dijo Kurt con tono suave colocando sus manos sobre mis hombros – ¿ocurrió algo más?
-Sí –contesté con inseguridad, ya que ni yo mismo me creía que hubiera ocurrido realmente –cuando le golpeé emanaron de mi brazo unas llamas negras, sé que es una locura pero ocurrió de verdad.
-Te creo –me dijo Kurt con voz suave.
-¿Me crees? –pregunté preocupado, ni yo mismo me creía que había ocurrido eso, cómo iba a creerlo él sin ni siquiera haberlo visto.
-Sí, te creo –concluyó –Dime una cosa Vanik, ¿crees que existen la magia y los seres mágicos? –nunca imaginé que Damon me hiciera una pregunta de ese tipo, así que pregunté:
-¿Te refieres a las hadas, los dragones, etc.? –Mi tono sonaba algo burlón, pero su pregunta era de risa.
-Así es, a ese tipo de cosas me refiero. –No me esperaba esa respuesta y me dejó algo fuera de juego, así que me limité a responder con sinceridad.
-Bueno, suena raro que yo no crea en la magia teniendo este brazo y habiendo visto esas llamas negras, pero no creo que la magia exista, y menos aún los dragones.
-Ya veo –concluyó Kurt sacando un cigarrillo con su mano derecha y acercándola a su mano izquierda, la cual ardía en llamas. Encendió su cigarrillo en las llamas y tras darle una calada expulsó el humo y me miró diciendo:
-¿Ocurre algo? –Realmente no me lo creía, ¿cómo tenía la mano ardiendo y no se quemaba? Su mano se apagó y de repente me levanté del sofá y dije:
-¿Qué ha sido eso?, ¿cómo lo has hecho?
-¿El qué?, ¿lo de las llamas? –expresó con tranquilidad, y sin esperar una respuesta mía reveló –solo es magia.
-¿Magia?, eso es un truco barato, ¿cómo lo has hecho? –Volvió a hacerlo, pero esta vez la llama era aún mayor y desprendía más calor. –No puede ser verdad, ¿no te quemas?
-No, gracias a la magia. –Esperó para ver mi reacción, se me quedaría una cara de idiota impresionante, y añadió: –También  puedo crear electricidad. –Acercó su mano a una lámpara junto al sofá, unos rayos azules aparecieron de su extremidad y la lámpara se encendió.
Aquello parecía totalmente irreal, pero sabía que estaba ocurriendo de verdad, las piernas me temblaron y me senté de nuevo.
-Entonces –comenté –tú eres un mago, ¿no?
-Correcto, concretamente un Hechicero, y tú padre también lo es.
-¡¿Qué?! –pregunté sobresaltado – ¿mi padre mago?
-Sí, es un Conjurador, otro tipo de mago.
-Estas de broma. –Algo me hacía dudar que mi padre fuera mago, pero realmente eso explicaría por qué me ocurrían cosas extrañas. – ¿Entonces yo también soy mago?
-Bueno –dudó por un momento –más bien eres un mestizo.
-¿Otro tipo de mago?
-No, bueno si pero más especial. Mira te voy hacer una pequeña aclaración. Existen un número determinado de tipos de magos y otro número determinado de seres mágicos, sin embargo el cruce entre unos y otros crea nuevos y prohibidos tipos de magos.
-¿Está prohibido el mestizaje? –pregunté algo extrañado, creía que eso estaba más que superado por la sociedad.
-Legislativamente si, aunque hay bastantes híbridos.
-¿Y cuál es mi otro tipo de mago?
-No, tú eres medio mago medio ser mágico.
-¿¡Cómo!? ¿¡Soy medio dragón!? –expresé alucinado –aunque eso explicaría lo de mi brazo y las llamas. –Kurt soltó una breve carcajada y respondió:
-No, no eres medio dragón, eres medio gárgola.
Aunque sea una locura, eso es lo que dijo el Dr. Extraño, que soy un mago Conjurador-Gárgola. Debería haber reaccionado saltando locamente por el salón y pidiéndole que me contara más de esa bonita historia en la que yo era el protagonista, el increíble héroe. Sin embargo esta aventura era demasiado irreal, así que respondí:
-Doctor, dígame la verdad y acabe con esta absurda terapia, no me voy a tragar esas chorradas, y lo de las llamas es un buen truco para engatusarme fácilmente, realmente eres muy bueno en efectos especiales. Supongo que tu intención es hacerme creer que soy mago para que no me sienta mal por mi enfermedad y pueda vivir algo mejor pero prefiero la realidad a una farsa tan grande como esa.
-No es ninguna terapia, Van. –me aclaró con una voz suave levantándose del sofá –Los magos siempre han existido y tú eres uno, es hora de que lo aceptes. Tu padre y el consejo pensaron que era mejor mantenerte alejado del mundo de la magia y así estarías a salvo, pero ya no te lo podemos ocultar por más tiempo, es hora de que luches por ti mismo, no eres un niño pequeño. –finalizó mirando por el ventanal del salón.
-¿Y por qué me lo ocultabais?
-Como ya te he dicho, el mestizaje está prohibido y no serás bienvenido entre los magos, además las gárgolas te buscan. –me explicó con tono amargo.
-¿Me buscan?,  ¿eso es malo? –pregunté algo confundido.
-Bueno, no sabemos para qué te buscan exactamente, pero creemos que ven en ti un arma poderosa contra los magos.
-Un momento –interrumpí totalmente desconcertado – ¿los seres mágicos y los magos no están juntos?, es decir, ¿son enemigos?
-Es una larga historia –cayó por un momento y añadió –voy a hacer una llamada y ahora te sigo contando. –dicho esto abandonó el salón y desapareció por un pasillo.
Me quedé sentado en el sofá con la mirada perdida, pensando en todo lo que me había contado, es difícil de creer pero ciertas cosas me ayudaban a confiar en Damon, lo que aún no entendía es como mi padre estuvo con monstruo llamado gárgola.
Al mirar por la ventana me di cuenta de que el sol había caído totalmente y ahora un cielo nuboso dejaba entrever la inmensa luna que brillaba.
Nunca antes me había fijado pero Kurt tenía un piso enorme, las paredes eran de un tono amarillento oscuro, con pocos adornos pero casi todos de época medieval. La cocina no tenía puerta y estaba comunicada con el salón por una barra americana, y por lo poco que había logrado ver en alguna de mis visitas, tenía por lo menos tres habitaciones y un baño. Bastante grande para vivir solo.
-He hablado con tu padre –anunció el doctor saliendo de una de las habitaciones –viene hacia aquí, no tardará mucho.
-¿Y qué te ha dicho? –pregunté con voz temblorosa.
-Tranquilo no está enfadado contigo, todos sabíamos que esto pasaría, era inevitable que ocurriera.
-¿Y ahora qué pasará conmigo?
-El consejo ha decidido llevarte a Mahorain.
-¿Mahorain?
-Allí donde habitan los seres mágicos y los magos.
-¿En otra dimensión?
Kurt soltó otra leve carcajada y respondió:
-No, es aquí en el que llaman mundo de lo humanos. Tan solo que un hechizo impide ver donde viven los magos, ven te lo mostraré. –Dicho esto caminó hacia el pasillo de las habitaciones, le seguí tal como me había indicado y nos detuvimos ante un enorme cuadro del mapa del mundo.
-Mira, aquí estamos nosotros –dijo señalando Londres – ¿ves este mar que nos separa de Irlanda? –asentí con la cabeza y aclaró –pues no es tal como lo pintan en los mapas, entre estos dos países está la Isla del hombre, pero un poco más al sur existe otra isla que a los ojos de los humanos es invisible. Cuando un humano mira desde la costa de Reino Unido o Irlanda hacia el mar irlandés solo ve mar, cuando lo hace un mago ve una gran isla, puede que incluso mayor que la Isla del hombre.
-¿Pero los barcos deberían chocar contra esa isla no? –pregunté totalmente desconcertado.
-El hechizo que protege a la isla no solo la hace invisible, sino que es un portal, es decir que te teletransporta de una parte de la isla a la otra sin tener que atravesarla. Los marineros dicen que este mar confunde a la gente, y es porque conforme te acercas a la isla una niebla espesa lo cubre todo y de repente te encuentras la costa de Irlanda o la nuestra según la dirección en la que vayas.
-Todo esto –comente en voz baja –es tan extraño que me cuesta creerlo.
-Te comprendo Van, pero es verdad. –Mantuvo el silencio por un momento y me dijo -Ven siéntate te voy a contar más mientras llega tu padre, ¿qué quieres saber?
-No sé –contesté sentándome en el sofá –cualquier cosa.
-¿No tienes ninguna curiosidad?
-Tengo demasiadas –respondí con tono amargo. – ¿Cómo hacéis para ocultaros de la sociedad?
-Bueno realmente en todos los gobiernos del mundo hay un mago representante de Mahorain. Los altos cargos de todos los países saben que los magos existen, pero mantienen el secreto a cambio de que no demos ningún problema a los humanos. Es decir que no usemos la magia contra ellos. Yo soy el responsable de los magos en Londres y también nos encargamos de encontrar a magos perdidos entre los humanos y regresarlos a Mahorain, que es donde estarán a salvo y es donde deben estar.
-Es un secreto mundial, alucinante –comenté totalmente asombrado. -¿Y hay muchos magos?
-Nuestro porcentaje en el mundo es insignificante, no quedamos más de dos mil o tres mil magos en todo el planeta, y en Mahorain están más de la mitad.
De repente la puerta sonó y Damon se levantó rápidamente diciendo:
-Debe ser tu padre.
Efectivamente al abrir la puerta mi padre entró con una mirada que nunca antes le había visto. Sus negros ojos reflejaban, miedo, preocupación, pero sobretodo dolor. Él también era alto pero no tanto como Kurt, su pelo negro y ondulado caía sobre sus hombros, y su rostro amable pero serio era una de sus características, al igual que su particular y puntiaguda perilla.
-Lo siento hijo –murmuró abrazándome –solo intentaba protegerte.
-Está bien papá, no pasa nada –contesté devolviéndole el abrazo.
Acto seguido mi padre se levantó y dirigiéndose a su amigo anunció:
-Ya lo buscan las gárgolas, tenemos que llevarlo al portal cuanto antes.
Tras oír esto me levanté del sofá, entonces me percaté de que junto a la puerta había un joven que permanecía inmóvil. Al mirarlo me sonrió y se acercó a mí.
-Hola, me llamo Jhon, aunque puedes decirme Jhonny –dijo ofreciéndome su mano –yo seré tu protector esta noche.
Su cara era alegre, de pelo negro medio largo, oscuro y despeinado, ojos grises, algo más alto que yo y probablemente de más edad.
No sabía que decirle, no soy homosexual pero tenía una cara tan perfecta que tan solo reaccioné en darle la mano.
Damon interrumpió la incómoda situación despeinando a Jhonny con su mano izquierda y advirtiéndole:
-Espero que estés a la altura.
-¿De verdad lo dudas? –le preguntó el joven soltando mi mano y mirándole con una sonrisa.
De repente se escuchó una voz grave que decía: “¿puedo participar en esta reunión?”.
Todos miramos rápidamente hacia la puerta y un anciano nos miraba sonriente, entonces me di cuenta de que era el mismo anciano que me encontré por la mañana en el parque.
-Nos han encontrado –anunció alarmado Damon, y diciendo esto lanzó una bola de fuego con su mano derecha contra el anciano que soltando una malévola carcajada empezaba a cambiar de forma.
-Jhonny llévate a Van, nosotros las detendremos –ordenó mi padre sacando una carta póker, pero con un símbolo extraño, de su chaqueta y entregándosela al joven.
Tras esto Jhon me agarró por la cintura y saltó por la ventana llevándome con él. Sentí la fuerza de la gravedad atrayéndonos contra el suelo y pensé que nos íbamos a estampar en el asfalto. Mientras pensaba como iba a morir oí a Jhonny pronunciar “Gravirei” y nuestra velocidad fue disminuyendo hasta llegar al suelo y caer de pie, como si ese fenómeno natural no nos afectara.
-¿Qué ha ocurrido? –pregunté  desconcertado – ¿Qué es lo que has hecho?
-Tan solo he variado la gravedad –respondió soltándome –es una magia muy útil.
Acto seguido echó un vistazo a nuestro alrededor, la noche era tenebrosa, las nubes espesaban el cielo y las calles estaban desiertas.
-Debemos darnos prisa –comentó el mago –tenemos poco tiempo.
-Espera quiero ir a mi casa, necesito coger algunas cosas, no sé cuando voy a volver.
-No tenemos tiempo, tu padre te llevara lo que necesites –añadió con cara de compasión.
-Tengo que ir –reproché elevando la voz –es importante.
La mirada de aquel joven cambió, mantuvimos el silencio unos segundos y finalmente anunció:
-Está bien, iremos a tu casa, pero solo un momento. Vamos, te sigo.
Esa noticia me hizo despertar de mi caótica mezcla de sucesos en la que encontraba inmerso. Indiqué a Jhonny el camino y empezamos a correr con todos los sentidos  en alerta, ya que los gritos y gemidos de las gárgolas nos estremecían el corazón.
-Ya queda poco –anuncié –no perderemos mucho tiempo.
-El tiempo es oro Vanik, cada segundo que permanecemos en esta ciudad nos pone en peligro –reprochó –no sabes lo que es enfrentarse a una gárgola.
Tras decir esto un fornido hombre apareció frente a nosotros, su aspecto era frio y serio, ojos negros, pelo blanco rapado, camiseta gris sin mangas y ajustada, y una gran cicatriz marcaba su rostro.
-No sé para qué hablo –murmuró el mago con rostro serio.
-Se acabó el juego mocosos –anunció el extraño hombre con una voz grave y diabólica.
-Prepárate Van –dijo Jhonny colocándose delante mía –esta gárgola es bastante poderosa.
La voluminosidad de aquel hombre empezó a disminuir, mantenía la misma altura pero sus músculos pasaron a ser delgados, variando así su forma física y pareciendo un humano más escuálido.
-¿Cómo ha hecho eso? –pregunté asombrado –su cuerpo ha…
-Veo que aún desconoces la magia –murmuró el extraño ser apareciendo repentinamente junto a mí.
-¡Vanik cuidado! –exclamó Jhonny apartándome de un empujón. Mientras caía pude ver como mi guardián detenía con un bastón la arremetida de nuestro enemigo. Me quede medio tumbado en el suelo y mientras me incorporaba el atacante retrocedía rápidamente.
El arma de Jhon era como dos ramas secas entrelazadas en espiral que terminaban separándose en la parte superior donde brillaba una esfera negra.
-¿Estás bien? –me preguntó mirándome de reojo.
-Si –respondí terminando de incorporarme – ¿qué vamos a hacer?
-Aléjate un poco y mantente alerta, pueden aparecer más.
Dicho esto me coloqué detrás de un coche estacionado y me detuve observando como el ahora delgado ser sonreía y comenzaba su transformación. Su piel adquirió un tono grisáceo, le aparecieron colmillos, sus manos y pies cambiaron a ser garras, una estilizada cola se balanceaba tras su cuerpo, sus orejas ahora picudas eran más grandes, y de su espalda aparecieron dos enormes alas grises. Había deshecho prácticamente toda su ropa y se percibía un aire mucho más frío.

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